El insti, qué tiempos.
Comencé el instituto siguiendo con mi etiqueta de empollona. No es más que en 3º la cagué, así como suena, con todas las letras. El primer año me tocaron tres repetidores, y ya se podían haber quedado en sus casas, porque tela. Bueno, el caso es que en uno de esos días que parecía que el profesor/a no venía, ni me acuerdo de qué clase era, empezaron todos: Vamos a fugarnos. Y cuidao, que aquí llegué yo en plan: yo he venido aquí para estudiar, no para fugarme, vosotros haced lo que queráis. Gracias mundo, por hacerme tan pardilla a los 14 años. En efecto, la mayoría os habéis echado las manos a la cara, eres una pringada. Ni que decir tiene que tenía a no sé cuántas personas ya en mi contra. Haciendo amigos allá donde voy. En el segundo trimestre los repetidores dejaron de venir y eso fue gloria bendita. En 4º éramos 15, cabíamos en una clase minúscula de dos filas de 8 mesas y los que nos sentábamos delante, veíamos perfectamente a los profesores. Qué quiere decir perfectamente,